Las precipitaciones en la cuenca del Guadalquivir en marzo fueron las
mayores desde que existen registros en 1940, con 190 litros por metro
cuadrado, lo que supone una cantidad cuatro veces superior a la media de
la histórica registrada. Los registros más altos de la cuenca se han
registrado en Siles (Jaén), con 474 litros por metro cuadrado, mientras
que en Sierra Morena, Sierra Mágina y la Sierra de Cazorla y Segura se
han superado los 200 litros por metro cuadrado. Las precipitaciones
registradas de media en la cuenca (190 litros por metro cuadrado)
representan un 416% respecto a la media establecida en los meses de
marzo, que se sitúa en los 46 litros por metro cuadrado.
Fuente: Diario Cordoba.
viernes, 12 de abril de 2013
lunes, 1 de abril de 2013
Cazorla, Segura y Las Villas, sensor del cambio climático
La altura a la que condensan las nubes
en El Hierro, la duración de la lluvia matinal en el Delta del Ebro o el
crecimiento de la vegetación en las dos laderas de la Sierra de Gredos
son algunos de los fenómenos locales cuya relación con el cambio
climático estudiará el proyecto ClimaDat, desarrollado por el Instituto
Catalán de Ciencias del Clima (IC3) con financiación de la Obra Social
"la Caixa".
"Queremos ver cómo la variabilidad del
clima, cómo lo que pasa en el Ártico se manifiesta aquí en espacios
extremadamente sensibles al cambio climático", explicó el coordinador
científico del proyecto, Josep Anton Morguí.
La cuarta estación de seguimiento de
ClimaDat se sitúa en Hoyos del Espino (Ávila), en el Parque Natural de
la Sierra de Gredos y acaba de ser inaugurada con la colaboración de la
Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León.
Se prevé que las ocho estaciones de la
red estén operativas en julio de este año en el Delta del Ebro, en dos
parques naturales de Ourense, en el parque natural de Valderejo (Álava),
en el parque de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas en Siles, las Acebeas (Jaén), en
la Sierra de Grazalema (Cádiz) y en la isla canaria de El Hierro.
Morguí comentó que la elección de la
Sierra de Gredos, junto con el cercano Valle de Iruelas, se debe a la
existencia de una "frontera bioclimática", a cuyos lados la vegetación
crece de forma desigual debido a las precipitaciones.
La medición constante de las variaciones
en las concentraciones de dos gases de efecto invernadero -dióxido de
carbono y metano- y en las condiciones meteorológicas permitirá arrojar
luz sobre los efectos del cambio climático a escala local.
"Trataremos de capturar con alta
frecuencia y alta precisión cualquier fenómeno que por su variabilidad
nos pueda dar información sobre el clima", explicó el científico del
IC3.
El aire pasa por un tubo a una sala
donde se somete a muy bajas temperaturas -hasta menos setenta grados-
para conseguir el máximo secado, eliminar el vapor de agua, y poder
detectar los gases con precisión.
Una de las claves del proceso es la
medición de un gas radiactivo emitido por la tierra de forma natural, el
radón, que gracias a sus conocidos tiempos de desintegración desvelará
la procedencia de la masa de aire que pase por Gredos en cada momento.
Se trata, según sus impulsores, de "tecnología punta hecha a medida para este proyecto".
Morguí aseguró que el ClimaDat, que
cuenta con una financiación de seis millones de euros para cinco años,
es "una red única en el mundo" por su interés en comprender cómo el
cambio climático se manifiesta a una escala regional y local, y cómo a
su vez el clima regional da forma a ciertas situaciones meteorológicas
concretas.
Los datos del proyecto estarán
disponibles libremente tanto para investigadores como para el público
general, porque la divulgación juega un papel muy importante en
ClimaDat.
Según Morguí, los hechos científicos
"deben formar parte del discurso popular" para conseguir "impulsar el
debate en un tema que es crítico".
Unos paneles informativos en la casa del
parque de Hoyos del Espino enseñarán a los visitantes cómo una multitud
de factores interrelacionados influyen en el cambio climático, y así un
aumento de las emisiones acaba afectando al precio del pescado que
ponemos en nuestro plato.
Fuente: ideal.es (EFE)
viernes, 11 de enero de 2013
La servidumbre no se acepta
La crisis está disparando a la multitud. No pasa un día sin que nos encontremos con un amigo que se ha quedado en paro o que ha tenido que cerrar su negocio. No pasa una conversación sin que afloren los problemas de un hijo, un enfermo o un jubilado. La gente vive de forma inmediata su problema o su incertidumbre individual, pero tarda en tomar conciencia de la degradación colectiva de la sociedad. Asistimos a un desgarrón histórico grave, un giro de rumbo en el que derechos decisivos están siendo desmantelados.
¿Es culpa del sistema? La verdad es que vivimos en un sistema que nos empuja a la degradación. El capitalismo especulativo genera mucho dinero, pero acumulado en pocas manos. No crea riqueza para la gente común.
Al contrario, su imperio depende hoy del paulatino empobrecimiento de la sociedad. El sistema desprestigia y desmantela las pensiones públicas para alimentar el negocio de las pensiones privadas. El dinero de las pensiones privadas se desvía a los fondos de inversiones, y son estos fondos los que se apoderan, por ejemplo, de multinacionales como Capio Sanidad. Lejos de ver la salud como un bien personal y social, las multinacionales sólo atienden a su negocio y someten la esperanza de vida de las personas a sus cuentas de resultados.
Este sistema es una cabronada, desde luego, y parece difícil imaginar hoy de modo racional una salida digna a la crisis sin una transformación profunda del dichoso sistema. Pero a la hora de exigir responsabilidades conviene ser flexibles, o sea, conviene entrar en destalles. Las culpas del sistema, con su fatalidad abstracta, no empequeñecen las responsabilidades de los gobiernos concretos, de los especuladores de carne y hueso y de los ciudadanos sometidos a la condición de siervos. La servidumbre no se acepta.
El sistema no podría marcar una vertiginosa degradación de los ciudadanos y negocios como Capio Sanidad no podrían jugar con la vida de las personas si no hubiese gobiernos dispuestos a privatizar la sanidad pública. Yo no entiendo otro patriotismo que el de los derechos civiles. Uno de los emblemas del patriotismo español ha sido para mí, además de la poesía y la vida nocturna, la sanidad pública. Si no hubiese gobiernos y partidos dispuestos a poner nuestra sanidad en manos de Capio, es decir, a poner en venta la nación, el sistema no estaría agrediéndonos con esta impunidad que disfruta ahora. Malditos sean los gobiernos de España y de la Comunidad de Madrid. Moverse hacia una estructura más cara y peor no es sólo culpa de un sistema. Es decisión de un Gobierno. La servidumbre no se acepta.
La vida nos condena a la busca. Todos tenemos que trabajar o que buscar trabajo. Pero hay trabajos y trabajos. Que existan fondos de inversiones dispuestos a hacer negocio con la salud de un país o a especular con los alimentos y el hambre, es muy propio de este sistema. Pero sería imposible la agresión que sufrimos sin empresas como Capio Salud o sin especuladores de carne y hueso. Malditos sean, no por el sistema al que pertenecen, sino por su complicidad concreta. La servidumbre no se acepta.
Y es que la complicidad de las personas es fundamental para que los especuladores hagan negocio y el sistema imponga su imperio. Complicidad al especular y complicidad por no defenderse, por aceptar las cosas con pasividad, por no pasar a la acción, por no imaginar alternativas cívicas y políticas que pongan freno a la rapiña. Nosotros también somos el sistema y las responsabilidades, aunque en distinto grado, están compartidas.
Escribo este artículo en un tono tan descarnado por dos motivos. En primer lugar, porque quiero hacer un homenaje a los profesionales de la sanidad madrileña que han levantado una marea blanca en legítima defensa no ya de su trabajo, sino de un derecho clave para todos nosotros. La sociedad debería corresponder con una movilización generalizada en su apoyo. La servidumbre no se acepta.
El segundo motivo es de orden literario. Algunos amigos -académicos, líricos o simples cortesanos-, me han aconsejado en los últimos tiempos que me aleje de la política. ¡Estoy demasiado comprometido! ¡Estoy manchando mi obra, mis poemas de amor! No tengo tiempo ahora de explicar lo cerca que siempre han estado a lo largo de la historia las camas de hospital y los lechos de amor. Por eso me limito a recordarme a mí mismo que San Juan de la Cruz, Quevedo, Jovellanos, Espronceda, Unamuno, Antonio Machado, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pablo Neruda o Miguel Hernández sufrieron torturas, cárceles, exilios o penas de muerte por su compromiso humano y político. Si yo no me siento inmortal, no es por mi cercanía a la política, sino por los versos que he escrito. Pero lo seguiré intentando. La servidumbre no se acepta.
Fuente:http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/358/la-servidumbre-no-se-acepta/
¿Es culpa del sistema? La verdad es que vivimos en un sistema que nos empuja a la degradación. El capitalismo especulativo genera mucho dinero, pero acumulado en pocas manos. No crea riqueza para la gente común.
Al contrario, su imperio depende hoy del paulatino empobrecimiento de la sociedad. El sistema desprestigia y desmantela las pensiones públicas para alimentar el negocio de las pensiones privadas. El dinero de las pensiones privadas se desvía a los fondos de inversiones, y son estos fondos los que se apoderan, por ejemplo, de multinacionales como Capio Sanidad. Lejos de ver la salud como un bien personal y social, las multinacionales sólo atienden a su negocio y someten la esperanza de vida de las personas a sus cuentas de resultados.
Este sistema es una cabronada, desde luego, y parece difícil imaginar hoy de modo racional una salida digna a la crisis sin una transformación profunda del dichoso sistema. Pero a la hora de exigir responsabilidades conviene ser flexibles, o sea, conviene entrar en destalles. Las culpas del sistema, con su fatalidad abstracta, no empequeñecen las responsabilidades de los gobiernos concretos, de los especuladores de carne y hueso y de los ciudadanos sometidos a la condición de siervos. La servidumbre no se acepta.
El sistema no podría marcar una vertiginosa degradación de los ciudadanos y negocios como Capio Sanidad no podrían jugar con la vida de las personas si no hubiese gobiernos dispuestos a privatizar la sanidad pública. Yo no entiendo otro patriotismo que el de los derechos civiles. Uno de los emblemas del patriotismo español ha sido para mí, además de la poesía y la vida nocturna, la sanidad pública. Si no hubiese gobiernos y partidos dispuestos a poner nuestra sanidad en manos de Capio, es decir, a poner en venta la nación, el sistema no estaría agrediéndonos con esta impunidad que disfruta ahora. Malditos sean los gobiernos de España y de la Comunidad de Madrid. Moverse hacia una estructura más cara y peor no es sólo culpa de un sistema. Es decisión de un Gobierno. La servidumbre no se acepta.
La vida nos condena a la busca. Todos tenemos que trabajar o que buscar trabajo. Pero hay trabajos y trabajos. Que existan fondos de inversiones dispuestos a hacer negocio con la salud de un país o a especular con los alimentos y el hambre, es muy propio de este sistema. Pero sería imposible la agresión que sufrimos sin empresas como Capio Salud o sin especuladores de carne y hueso. Malditos sean, no por el sistema al que pertenecen, sino por su complicidad concreta. La servidumbre no se acepta.
Y es que la complicidad de las personas es fundamental para que los especuladores hagan negocio y el sistema imponga su imperio. Complicidad al especular y complicidad por no defenderse, por aceptar las cosas con pasividad, por no pasar a la acción, por no imaginar alternativas cívicas y políticas que pongan freno a la rapiña. Nosotros también somos el sistema y las responsabilidades, aunque en distinto grado, están compartidas.
Escribo este artículo en un tono tan descarnado por dos motivos. En primer lugar, porque quiero hacer un homenaje a los profesionales de la sanidad madrileña que han levantado una marea blanca en legítima defensa no ya de su trabajo, sino de un derecho clave para todos nosotros. La sociedad debería corresponder con una movilización generalizada en su apoyo. La servidumbre no se acepta.
El segundo motivo es de orden literario. Algunos amigos -académicos, líricos o simples cortesanos-, me han aconsejado en los últimos tiempos que me aleje de la política. ¡Estoy demasiado comprometido! ¡Estoy manchando mi obra, mis poemas de amor! No tengo tiempo ahora de explicar lo cerca que siempre han estado a lo largo de la historia las camas de hospital y los lechos de amor. Por eso me limito a recordarme a mí mismo que San Juan de la Cruz, Quevedo, Jovellanos, Espronceda, Unamuno, Antonio Machado, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pablo Neruda o Miguel Hernández sufrieron torturas, cárceles, exilios o penas de muerte por su compromiso humano y político. Si yo no me siento inmortal, no es por mi cercanía a la política, sino por los versos que he escrito. Pero lo seguiré intentando. La servidumbre no se acepta.
Fuente:http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/358/la-servidumbre-no-se-acepta/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)